Los traumas que heredamos
Toda persona recibe una herencia de su familia. Parte de esta es consciente (ya sea deseada o no) y otra parte es inconsciente. Esta última se conforma de las cargas, secretos, asuntos no resueltos, expectativas y fantasmas de la historia familiar. El poder poner luz a estos rincones ocultos nos permite funcionar de forma más libre y descargarnos de los traumas que heredamos.
Las familias se conforman de un grupo de individuos que renuncian a su dinámica propia y aceptan las reglas y valores implícitos singulares de cada familia (Tisseron, 1997). Por lo tanto, se entiende que hay una “personalidad familiar” (Ruffiot, 1981). Bajo este concepto, se concibe que la familia es portadora de una historia común y de unas expectativas para el futuro. Así que, si se quiere pertenecer a la familia se tienen que cumplir con ciertos mandatos.
Esta dinámica en las familias es la que ha ayudado a la supervivencia de las mismas y por lo tanto se continuará perpetuando. El problema recae en que junto a la herencia de posibilidades y esperanzas se une también las pérdidas, dolores y experiencias traumáticas.
¿Cómo se puede transmitir un trauma?
- Alianzas inconscientes: el individuo se identifica o lo identifican con algún familiar
- Síntomas: se repite la enfermedad de otro miembro de la familia. Es una manera de compartir con la familia.
- Delegación- demanda: el hijo recibe un encargo de ser o realizar aquello que los padres no pudieron.
El dolor proveniente de generaciones anteriores se transmite de muchas maneras: a través del tipo de relaciones que se establecen con las figuras de apego; el funcionamiento familiar; las expectativas y esperanzas que se depositan en la persona, entre otros. De esta forma, la transmisión puede ser explícita o implícita.
La transmisión explícita sería cuando desde el clan familiar se verbaliza lo “que deberías ser”; “cómo deberías ser”; “te pareces tanto a…”. Estas frases no siempre se formulan desde la consciencia pero el receptor entiende que para mantener su lealtad familiar ha de cumplir con ese legado. Aunque, por ejemplo, el familiar al que “tanto se parece” sea justamente un miembro que padeció una enfermedad o sufrió un accidente fatal. Por consiguiente, la persona hará el esfuerzo de adaptarse a las expectativas familiares creando una pseudoidentidad en acorde: “Yo soy así”
Por otro lado, la transmisión implícita suele tener efectos más perjudiciales. Estas memorias implícitas se evidencian a través de síntomas somáticos no explicables dejando a la persona como sufridora de un secreto sin saber su contenido. Es decir, nuestro cuerpo hereda «los archivos de nuestros antepasados.»
De hecho, estudios revelan que madres embarazadas que sufren depresión durante la gestación pueden transmitir este estado de ánimo en el útero a través de los niveles químicos. Al nacer, el bebé muestra niveles altos de cortisol (relacionado con el estrés) y niveles bajos de serotonina y dopamina (relacionados con el equilibrio y la alegría). Es decir, el estado de ánimo de la madre está grabado implícitamente en el niño. De igual importancia serán la actitud de la madre hacia el embarazo; las expectativas del mismo; la sensación de seguridad…
¿Cómo afectan los secretos en las familias?
Todas las familias son portadoras de secretos. La mayoría de ellos están cargados de dolor, culpa o vergüenza. Al mantenerse ocultos se imposibilita la integración y procesamiento de estas experiencias y quedan como fragmentos separados.
Lamentablemente, el ocultamiento, que en principio se cree que se genera para proteger al clan, acaba atacándolo en generaciones posteriores.
Este ciclo se puede evidenciar cuando un familiar muere y no se puede efectuar su duelo. Se genera, entonces, lo que se conoce como cripta en la cual se mantiene a la persona como si estuviese viva. Esta cripta representa un secreto “inde
cible”. Y este secreto se hereda a la siguiente generación en forma de lo que se conoce como fantasma. Aunque el heredero desconozca el contenido del secreto se presiente e interroga sobre el mismo. Perpetuando el ciclo se atrapa a los descendientes a ser portadores y sufridores de un secreto que desconocen:
“La experiencia que no pudo ser dicha en la primera generación se vuelve innombrable en la segunda generación, e impensable en la tercera generación” (Salvador, M., 2016).
¿Qué podemos hacer con los traumas que heredamos?
- Como padres podemos resolver nuestras experiencias traumáticas para no continuar transmitiéndolas. En ese sentido, poder entender qué expectativas, cargas o mandatos ponemos sobre nuestros hijos y permitir su autodefinición.
- Pero también, dar un lugar para procesar las heridas y que se integren al sistema.
- Como hijos podemos tomar consciencia de qué partes de nuestra historia o aspectos de nuestra persona son nuestros y cuáles son heredados. Si no, lo único que podremos hacer es repetir la historia.
- Como miembros de una familia podemos acoger la historia familiar con compasión y sin juicio para empezar un proceso de sanación.
- Entender que la herencia no tiene que ser una losa irreversible. Así como el bebé de una madre hereda su perfil bioquímico, puede generar cambios a través de las relaciones que establezca y la estimulación que reciba.
En definitiva, no está escrito todo, o al menos está escrito con lápiz… los traumas que heredamos se pueden modificar.