
¿Es normal estar enfermo?
Como dice Gabor Mate en su fantástico libro “The Myth of Normal: Trauma, Illness and Healing in a Toxic Culture” que algo sea lo normal (observado con mayor frecuencia) no significa que sea lo más sano o apropiado. Vivimos en una sociedad que nos enferma (contaminados, estresados, desconectados y enfrentados…) y desgraciadamente parece que no somos del todo conscientes de ello. La desconexión enferma. El darnos cuenta no es un ejercicio individual porque cuando hablamos de enfermedad, el foco no puede ser simplemente en el individuo como único responsable de su salud sino sobre todo en la cultura que lo envuelve. Esto es cosa de todos.
Los despachos de salud mental están llenos de personas que desconocen la fuente de su sufrimiento. A veces ajenos a la importancia de evaluar la manera en cómo vivimos. Y los profesionales de la salud no podemos de dejar de preguntarnos, ¿qué está pasando en nuestra sociedad que cada vez estamos más desconectados y menos capaces de regularnos?
DESCONEXIÓN
Una de las grandes pérdidas del ser humano moderno es la desconexión con la naturaleza. Nos comportamos como si esta fuese solamente una herramienta que adaptar y exprimir para sacarle provecho. Olvidamos, por lo tanto, nuestra propia esencia natural: ese flujo de vida que discurre en nuestro interior a pesar de todo. La desconexión enferma.
La desconexión se evidencia no sólo en el continuo daño que efectuamos sobre la naturaleza sino también en la sordera hacia nuestro interior. Nuestras vísceras nos hablan de un conocimiento que necesita ser honrado, pero esto requiere poder escuchar dentro. Esta es una tarea especialmente importante a la hora de criar y acompañar a nuestros hijos e hijas. Si nosotros estamos desconectados de nuestro instinto; de las necesidades de nuestros hijos y buscamos pistas en nuestra sociedad (enferma) podemos tomar decisiones que generan ruptura y desencuentro.
Lo más triste es que en muchos ambientes se jactan y realzan a aquellos individuos que son capaces de ir por encima de sus limitaciones, obviando lesiones (físicas o emocionales) y por consecuencia también del dolor de los demás. Huir de nuestra vulnerabilidad no nos hace más fuertes, nos deja incompletos y lejos de nuestra esencia. Vivir así nos conduce, inexorablemente, a sensaciones de vacío interno.
CONSUMISMO
Uno de los parches que se utilizan para evadir estas sensaciones de vacío es el consumismo. La estructura capitalista nos enseña que el valor que tenemos está atado a nuestra capacidad de producir y de consumir. Sin embargo, saciar el hambre temporal a través de las compras compulsivas suele tener el efecto contraproducente: nos confirma nuestro vacío y mantiene activo el círculo vicioso de buscar más.
Vivimos excitando nuestro sistema nervioso para que desee más y más y sorpresivamente afuera encontrará un producto que satisfaga ese deseo. Desgraciadamente, confundimos el deseo con la necesidad y nos desvalorizamos por todo aquello que no poseemos. Es normal, si nos hemos desconectado de nuestro valor intrínseco solo nos queda buscar fuera.
El Dr. Lustig, citado por Mate, expone una diferencia importante entre el placer y la felicidad. Cuando sentimos placer, queremos más de eso. Se activan los circuitos dopaminérgicos y opiodes que son de corta duración y por lo tanto en seguida requieren de más. En cambio, cuando somos felices, estamos completos y no necesitamos nada más. Aquí entra en juego el circuito de serotonina que funciona de forma más estable y lenta. La serotonina no resulta tan rentable como la dopamina.
TECNOLOGÍA
Esta orientación hacia constantes estímulos dopaminérgicos ha sido ampliamente explotada por el mercado. Pero, la incorporación de las tecnologías ha conseguido un amplio alcance y están actualmente transformando neurológicamente a nuestra sociedad.
La tecnología ha jugado un papel importante en todos los avances, facilitando e inclusive permitiendo tareas que antes eran imposibles. Sin embargo, también pagamos un alto precio si permitimos que rija nuestras relaciones y el espacio que deja para la introspección.
En un momento donde estamos hiperinformados, no se trata tanto de si estamos al tanto o no de las aberraciones que suceden en todos los rincones del mundo; sino en qué capacidad tenemos de asimilar y reaccionar. La velocidad es un factor que anula nuestra capacidad. De hecho, en la mayoría de los casos nos quedamos en una pasividad hipnótica.
COMUNIDAD
En ese adormecimiento pareciera que hemos perdido contacto con los demás y su dolor. Pero es que el ser humano es un ser social. Por lo tanto, nos construimos en relación y requerimos establecer redes entre nosotros. La desconexión con el otro, habla otra vez de la desconexión con nosotros mismos. Lamentablemente, hemos construido sociedades donde cada vez nos encontramos más aislados. Porque impera más el bien individual que el comunal.
Esto es sumamente evidente cuando observamos las prácticas de crianza en la que cada vez los padres y madres están más solos y menos sostenidos por la comunidad. Se agrava el asunto si es que encima en el presente afrontamos la maternidad y paternidad con menor brújula interna y mayor exigencia externa. El hecho que haya tantos “expertos sobre crianza” no es señal de que ahora sepamos más sino de cuan desconectados estamos internamente que tenemos que buscar fuera.
DESPERTAR
Afortunadamente, cada vez hay más personas que alzan la voz; señalan; preguntan e incomodan desde diferentes ámbitos. Todas estas acciones aportan en el despertar de la conciencia versus el adormecimiento y pasividad. Para podernos despertar primero necesitamos entrar en contacto con nuestro dolor; el que compartimos como sociedad y el que ejercemos sobre la naturaleza.
Rosario
Que lindo post tantas ideas para reflexionar. Gracias por compartir
María José Ribadeneira
Gracias Rosario. Simplemente recojo y comparto reflexiones que considero importantes!